No puedo resistirme a añadir que la sesión de ayer en Los comunes fue (aparte de deprimente) el mejor ejemplo que se pueda desear. Nada menos que ocho propuestas a votación simultánea, desde salirse sin acuerdo, a lo bestia, hasta un referendum "confirmatorio" del acuerdo final sea el que sea ¿Resultado? Todas rechazadas. La que estuvo más cerca de conseguir mayoría proponía una unión aduanera permanente y recibió 264 votos a favor, 274 en contra, y más de un centenar de abstenciones. Las cosas no pintan lo que se dice bien, salvo que uno sea un fan de esa serie en la que Carlos, una vez rey, entra de uniforme en los Comunes y los disuelve a las bravas.
Por decirlo de otro modo, en el tema del Brexit se ve el por qué en tantos países para derribar un gobierno se exige que antes haya consenso sobre su reemplazo, y por qué los referendums binarios son una malísima idea si no se enfrentan alternativas detalladas y claras (al estilo de aprobar o rechazar ESTE proyecto de ley de legalización de las drogas ya debatido, modificado, y aprobado en el parlamento primero en comisión y luego en el pleno). Porque es fácil que una vez aprobado el brexit / derribado el primer ministro / etc, todas las alternativas que se presenten sean derrotadas una y otra vez porque los defensores del cambio una vez alcanzada la "victoria" ya no tienen nada en común.
Un comentario relacionado: se ha señalado muchas veces que en referendums como el del Brexit o el escocés se produce una asimetría que favorece a un bando, por dos razones, que votar "lo que hay" no es romántico en absoluto, y que "cualquier cosa menos lo que hay" es un camaleón en el que cada uno puede ver el maravilloso futuro de su gusto; por ejemplo, en Escocia había un mundo entre una independencia light a lo Salmond, en el que Escocia seguiría teniendo a la reina Isabel, la libra esterlina, etc, etc (en esencia algo bastante parecido a un "dominion" de antes de 1914) y las versiones más extremas. Pero no se suele señalar tanto que esa asimetría tan bonita se vuelve una maldición en caso de victoria. Para recurrir a una analogía un tanto brutal está muy bien clamar contra el Zar, pero después de tomar el Palacio de Invierno hay que crear un nuevo régimen... y entonces todas esas decisiones que se dejaron para luego porque dejar las cosas claras habría asegurado la derrota hay que tomarlas todas de golpe. De los mil futuros que se prometieron todos a la vez hay que dejar solo uno; hasta en el mejor de los casos, una receta infalible para la frustración y la desilusión. Y luego, como puede verse en el Brexit, hay un problema adicional, el de que la opción que aunaría mayor apoyo en casi todos los casos sería la más moderada, la que no estaba en la papeleta, ni blanco ni negro sino un sufrido gris marengo.